Con los que ando la gran parte del día, noche y madrugada, con las que cuando a veces las lagrimas no dan más, se hacen a un lado para poder secármelas y sin poder ver, pensar mejor las cosas, y una vez que ya se me pasó el sentimiento, me lo vuelvo a poner para empezar a ver de nuevo las cosas, nítidas y sin borrones. En las mañanas al despertar, es lo 1ero que busco para poder ver si estoy viva y sana, con las que en las noches me las quito para poder pensar en todo lo que he hecho durante el día, que hice y que no hice mal o bien. Las cargo todos los días entre mi nariz, y en el inicio de uso, el miedo a que se caiga y se rompan, y como siempre, la vergüenza al que dirán, pero bien puestos, miro con estos todo lo que pasa alrededor, y sin ellos, soy prácticamente ciega. A veces siento que me opaca, pero dándole vueltas al asunto, no son los lentes quien me opaca, soy yo misma, mi poca personalidad buscaba culpables de mi situación y en el cómo me ven, poco a poco aprendí a darle importancia a mis lentes, por mas ilógico que sea, ya que a través de mis lentes puedo ver, y solo mis lentes y yo, somos testigos de las cosas que me han pasado, soportado, callado y sentido. Una que otra vez me las quito para presumir disque una belleza poco típica que se cubre de maquillaje, pero cuando no puedes ver bien, eso es muy incómodo.. otras veces sin maquillaje, solo con una lavada de cara con agua y jabón, otros dicen que sin lentes soy otra y puede que tengan razón porque me siento un poco más segura y por ratos me siento cómoda sin ellos. Por todas estas cosas ya son 3 años de las cual aprendí a quererme así como soy, con o sin lentes, por que cuando se quiere, se quiere con todo.
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